Dios bendiga tu vida.
Dios bendiga tu vida.
Perdí a mamá cuando tenía doce años de edad. Creo que ella fue una mujer excelente, con su compañía y su constante mirada me brindó toda esa seguridad que necesitaba cuando era niño. Recorrimos juntos las calles de Escazú, en mi país Costa Rica; juntos, en esos paseos, me contó parte de su vida y, conforme fue abriéndome su corazón, fui amándola más, a la vez que mi respeto y admiración también crecía.
Recuerdo muchas enseñanzas que aprendí de ella a través de sus constantes acciones, llenas de amor y sacrificio; nunca la oí quejarse, aunque pasamos época de necesidades económicas; si recuerdo haberla visto llorar, pero jamás su rostro expuso ante mí una pincelada de incredulidad o reproche.
Sé que en aquellas aventuras que realicé de niño explorador hacia el río, la montaña o hacia diferentes lugares, mamá siempre se quedó pensando en mí y no puedo olvidar su sonrisa o su tierno abrazo cuando regresaba a casa. La comida hecha por sus amorosas manos, la ropa que lavaba en aquella antigua pila de cemento que a veces le rompía sus manos, el camino hacia el patio para tender lo lavado, la ropa bien aplanchada en aquellas madrugadas en las que no se iba a acostar por cuanto mi padrastro José trabajaba de noche, y yo desvelado con ella, escuchando en la radio: “Cuentos y leyendas costarricenses”, acompañados tan solo del canto de los grillos y el profundo dormitar de mis ocho hermanos; todo esto hace de ella una mujer maravillosa en la historia de mi vida.
Mi mundo se derrumbó a los diez años cuando le descubrieron un cáncer incurable por el cual muere dos años después, tras enfrentar un duro sufrimiento con la enfermedad. Pero fue en ese tiempo que se encontró con su salvador Jesucristo, a quien le entregó su corazón y quien la reclamó aquel día de su muerte, duro para todos nosotros, pero glorioso para ella por cuanto fue liberada de un cuerpo enfermo para empezar a vivir la otra etapa de su vida en la presencia de Dios.
Su muerte me marcó por muchos años, fui afectado por inseguridad, angustia y hasta por temores diversos y extraños como el de no querer hacer amistades fuertes por cuanto en cualquier momento un hecho inesperado podría arrancar de mi vida aquello que amaba; así que por mucho tiempo fui ese peregrino que no aceptó tener fuertes lazos de amistad con nadie y que cuando esas personas preciosas llegaron a mi vida y me llenaron de felicidad, también se asomaba el ingrato terror de la pérdida.
Un día estando solo y en una profunda tristeza, de esas que no sabes explicar ni encuentras razones para su presencia, me puse a pensar que pasaría si era yo el que moría, y me sobresalté de solo pensarlo por cuanto no quería causar a mis hijos o, a mis seres queridos, el mismo dolor que había dejado mamá con su partida.
El Geovanny muchacho, de doce años, ( el yo mismo del pasado) solitario, triste, asustado y con un sentimiento de angustia se presentó ante mí y me llenó de compasión; me pregunté: ¿que hubiese querido oír de los labios de mamá para poder enfrentar la vida?; y la respuesta vino a mi corazón realizando la sanidad interior que tanto necesitada, aquellas palabras eran sencillas pero de gran poder para mi vida: “ Todo estará bien”.
Hoy, treinta años después de su partida, le doy gracias a Dios por que yo también conocí a Jesús como ella y ahora soy salvo, porque mi eternidad será a su lado y al lado de los millones de hombres y mujeres que le han dado su corazón al Señor; y por que a pesar de ese momento tan difícil, mi vida siempre fue bendecida, encontré el camino, logré descubrir mi propósito y salí adelante con éxito, en resumen: estoy bien.
Esta experiencia es mi legado para aquellos que se ven afectados por la pérdida de algún ser querido, por que soy testigo que ese es un momento terrible, de luto, de temor, de incertidumbre; pero hay que entender que tenemos una vida por delante que enfrentar, jamás resentirse con Dios ni pedirle explicaciones; algunas cosas tienen su explicación con el tiempo, quizá con los años; lo bueno es saber que podemos levantarnos, salir adelante y que todo, aunque en el momento no logres ver con claridad, todo estará bien y Dios nunca te abandonará.
Algunos consejos importantes para tu bendición son:
1. Busca el propósito de Dios para tu vida; este lo descubrirás en oración y preguntándoselo a él. Su respuesta vendrá a tu vida a través de tus deseos, por cuanto es a través de esos deseos que Dios te muestra tu camino. ¿Qué deseas hacer con tu vida?, ¿Qué te gustaría realizar?
2. Entiende que si Dios te da un propósito te da también la capacidad para realizarlo. Por ello debes valorarte y entender que eres capaz de realizar lo que te propongas.
3. Planea. Haz un calendario de actividades en el que día a día vas dando los pasos para llegar a tus metas.
4. Depende de Dios. Mantente en comunión constante con Jesús, sé su amigo, de hecho él ya lo es, pero tú debes corresponder a su amistad buscándole cada día, leyendo su palabra y contándole todos tus planes.
5. Haz todo con amor. Lo que haces es importante, la Biblia promete que el Señor bendecirá todo aquello en lo que te esfuerces; así que da lo mejor de ti mismo, echa fuera la pereza, el interés propio, el egoísmo y la amargura y sirve a tu prójimo, es la mejor forma de sentirte realizado y llegas a prosperar, de verdad que funciona.
6. Obedece a su palabra. No te inclines al mal ni a las cosas del mundo o de la carne, vive en santidad, recuerda que fuiste apartado para él, no hagas nada que te produzca culpa y angustia por que eso hará muy difícil tu peregrinar hacia el éxito. Si ahora te encuentras haciendo cosas indebidas, arrepiéntete y aléjate del pecado, acepta su perdón y vive para él.
7. Si hay cosas que no entiendes, ten paciencia; no te amargues jamás y entiende esto: “Todo estará bien”.
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